En estos días carnavalescos en que algunos andamos inmersos aún, me ha venido a la mente una fiesta romana que se celebraba el 15 de febrero: las Lupercales. Más de una vez oí hablar de la vinculación de los carnavales con esta fiesta, así como las reminiscencias que de las Saturnales presentaban (con las que no coincidían en fecha, pero sí en costumbres...). Sin embargo, nunca llegué a creérmelo del todo. A mí los carnavales me sonaban a tradición católica, a días de excesos justo antes de las prohibiciones cuaresmales. Bien es cierto que podía rastrearse en las costumbres carnavaleras cierto aire saturnal o lupercal, entre otros muchos influjos paganos. Pero no acababa de convencerme.
Las Lupercales eran una celebración en honor del Fauno Luperco (antigua divinidad pastoril de los ítalos), en que, tras sacrificar una cabra en la gruta Lupercal, lugar donde la tradición aseguraba que Rómulo y Remo habían sido amamantados por la loba, se iniciaba una especie de procesión en que los jóvenes lupercos medio desnudos iban azotando a quien encontraban a su paso con unas correas hechas con la piel de la cabra recién inmolada. Esto producía fecundidad en las mujeres, que solían lucir con orgullo los azotes. Y este último punto es el que me vino a la mente cuando descubrí el carnaval de Almiruete, un pueblo de Guadalajara donde celebran su particular carnaval con las Botargas y Mascaritas. En esta peculiar fiesta, los Botargas son jóvenes que tras recorrer el pueblo en procesión varias veces, ataviados con trajes típicos y con el rostro cubierto (en esto no se parecen a nuestros lupercos), acaban recogiendo a las Mascaritas y presentándose en la plaza del pueblo con juncos, cuyas pelusas arrojarán a los asistentes como símbolo de fertilidad. ¿No viene a ser un ritual de fecundidad similar el que comparte la fiesta romana con la de los Botargas de Almiruete?
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