Nuestro particular homenaje al día de los enamorados viene con forma de dulce helado... ¿Acaso una heladería podía escapar a la influencia de la mitología romana? Por supuesto que no. Si hay algo tan dulce como el Amor, es un helado.
Cupido ha sido desde hace mucho tiempo la imagen del Amor. Ese angelote desnudo que se muestra ante el mundo como un niño travieso, juguetón y pícaro tiene su origen en la mitología griega, donde Eros simbolizaba el deseo sexual. Pero esa imagen que hoy tenemos de Cupido ha recogido irremediablemente múltiples influencias que nos han hecho imaginarlo así, pues una de las primeras tradiciones griegas mostraba a Eros como un anciano, ya que representaba una de las fuerzas más antiguas del mundo al haber surgido, tras el Caos primordial, junto con Gea y el Tártaro. Sin embargo, la leyenda más extendida lo hizo hijo de Venus y Marte, y compañero inseparable, por tanto, de su madre a la que arrebató el dominio sobre el deseo (pues eso es lo que en latín significa cupidus) o atracción sexual de los hombres hacia las mujeres, convirtiéndose así finalmente en el símbolo que hoy conocemos.
Y a perpetuar esta imagen han contribuido numerosos escritores, entre muchos otros artistas, como podemos comprobar en las palabras de W. Shakespeare en su Sueño de una noche de verano (Acto I, Escena Primera):
"El amor no ve con los ojos, sino con el alma, y por eso pintan ciego al alado Cupido. Ni en la mente de Amor se ha registrado señal alguna de discernimiento. Alas sin ojos son emblema de imprudente premura, y a causa de ello se dice que el amor es un niño, porque en la elección yerra frecuentemente. Así como se ve a los niños traviesos infringir en los juegos sus juramentos, así el rapaz Amor es perjuro en todas partes."
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